PREADOLESCENTE VEGANO DE TERCERA GENERACIÓN SE COMIÓ SU PROPIO BRAZO MIENTRAS DORMÍA
- Satavisky
- 16 nov 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 23 nov 2019

La escena fue particularmente grotesca, porque la figura del niño de once años con un brazo faltante y su boca embadurnada de sangre contrastaba con un enorme afiche que decoraba su habitación en el que se leía "comer carne es asesinato" junto a la imagen de una adorable vaca pastando con su mirada dirigida al espectador. Pero entre esos vacunos ojos tiernos había ahora un salpicré rojo de sangre humana que convertía a aquella inocente vaquita en una especie de villana cínica, demente y burlona. Eric O´Donell se acostó una noche como cualquier otra sin saber que sería la última vez que lo haría con las dos manos. Esa noche cenaron la especialidad de mamá, bocaditos de soja con choclos y salsa de espinaca, y luego de componer en familia una canción al calor de una fogata artificial ubicada en el centro de la sala, según es la costumbre de los O´Donell, Eric se dirigió a su cuarto "más cansado de lo habitual", según contaría luego. Tres horas después, a mitad de la noche, un alarido diabólico despertó a toda la familia sobresaltada. El pequeño Eric, mientras intentaba quitarse un pedazo de uña que tenía atorado entre los dientes, fue corriendo al baño a enjuagarse la boca para quitarse el "repugnante y hasta entonces desconocido sabor de la carne". "Pasó un rato hasta que noté la falta de mi brazo derecho. Lo primero que sentí al despertar fue ese sabor en mi boca... No entendía lo que pasaba. Recuerdo que quise saltar de la cama de inmediato, pero la inesperada ausencia de mi extremidad provocó un desacierto en mis cálculos y caí al suelo. Recién entonces descubrí que mi brazo derecho no estaba y en su lugar había una remera ensangrentada colocada a modo de torniquete. Entonces grité." Eric O´Donell fue sometido a un sin número de estudios. La familia no reparó en gastos y contrató a eminencias internacionales de la salud para que dieran con una explicación a lo sucedido. Las primeras conclusiones llegaron a los pocos días: el pequeño se hizo un torniquete con una remera y procedió a comerse el brazo. Estos eran hechos ya comprobados que vinieron a descartar teorías alienígenas y otras que involucraban a zombies o rituales satánicos que comenzaban a gestarse, ya sea de forma inocente o malintencionada, en torno a los hechos. Tras meses de investigación, los científicos han dado, finalmente, con la respuesta. El pequeño Eric estaba padeciendo una anemia que le causaría daños irreversibles. La falta de hierro impedía la producción de hemoglobina en su organismo, por lo que el cerebro no estaba recibiendo el oxígeno necesario para desarrollarse. El científico a cargo de la investigación, Steven Parker, explicó que el cerebro de Eric "se vió acorralado y tomó una drástica medida para autopreservarse". Según explica, el hecho de ser tercera generación de veganos fue útil para la evolución de este desesperado mecanismo de defensa. "Ya el padre Eric confesó que habitualmente al despertar se encuentra chupándose el dedo", cuenta Parker. Los estudios concluyen que el cerebro de Eric produjo una exagerada cantidad de melatonina y dopamina que lo sumió en una suerte de estado hipnótico y primitivo por el cual "Eric deseó desesperadamente lo que necesitaba y lo consiguió de la forma más inmediata". Necesitaba hierro, el hierro está en la carne y, quizá por desgracia, la única carne que había esa noche en su cama, era la suya.
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